VICENTE Y DAVID GODINILLO: mascareros tekuanime de Zitlala

“¿Qué, quieres tu máscara?, te voy a enseñar”, le dijo Articio Cuchillo al niño cuidador de vacas y chivos, adolescente campesino al que le decía sobrino, Vicente Godinillo, quien pedía prestada a camaradas la máscara de los tekuanime, hombres-jaguar de las peleas rituales por lluvias del 2 y 5 de mayo en su natal municipio de Zitlala (zona Centro de Guerrero). Tiras de cuero de res curtido con corteza de timbre (un árbol en el Cerro de Cruzco), aguja, cuerda, piel con pelo para el recubrimiento, pelos naturales de jabalí para representar bigotes, y un conocimiento legado por los mayores (que antes no vendían la máscara: elaboraban con el compromiso del tekuanime de ni venderla ni regalarla), conforman parte de la cosmovisión de quienes, con cuarta en mano (cuerdas de ixtle originalmente del maguey que se trenzan, para volverse un aditamento para golpear de la cintura para arriba en el proceso ritual), “tienes que sentir para que haya buen temporal”, dice David, hijo de Vicente y cuarta generación familiar de mascareros, tekuanime capitán de su barrio de San Francisco, antes bicitaxista en el vecino Chilapa y, desde el 2019, de lleno creador artesano, expositor y vendedor de botellas mezcaleras adornadas, llaveros, mascaritas de hombre-jaguar de centímetros y las que llama su idea, “mi creación, basada en lo que me enseñó mi papá”: las máscaras –para exhibición y sacarse en fiestas- de casi un metro de altura. “Le he dado un giro, siento que un mascarero no debe tener límites”, dice el artesano, que ha enviado máscaras a Estados Unidos y que vende a través de redes sociales (Artesanías de Zitlala “David”), padre de la quinta generación de mascareros y artesanos de la familia Godinillo, con don Vicente, de 75 años (todavía a sus 65 fue a pelear al zócalo) aun alentando a los jóvenes jaguar, enojándose cuando ve a alguno alejándose o dando la espalda al tekuanime de otro barrio, “si dejas de defenderte el golpe es más contundente”, dice David, “si vas a hacer algo debes sentir ese sacrificio, tienes que entregar el todo”.

Pablo Israel Vázquez Sosa

De actuales 75 años y nacido en la comunidad de Tlaltempanapa, municipio de Zitlala (donde transcurre esta plática con Vértice), don Vicente Godinillo Palacios recuerda que se trasladaba allá a las tierras de siembra de su papá, Félix Godinillo Hernández, “me llevaba para que ayudara allá”, pero su familia ya radicaba en el barrio de San Francisco de la cabecera municipal.
– Hasta la vez tenemos tierras en Tlaltempanapa-, interviene David, hijo de don Vicente, continuador de cuarta generación de la tradición fuertemente arraigada de los tekuanime, hombres-jaguar, además artesano que sale a exponer y vender sus creaciones representativas de su municipio.
De la generación de niños que no iban a la escuela, porque “los que van a la escuela son flojos” (como decían los adultos, como su padre), el chamaco Vicente pasó gran parte del tiempo cuidando vacas y chivos en el campo, “aquí hay dinero, si quieren su ropa vendemos un chivo”, decía don Félix en casa.
Un tradicional conocimiento generacional
Si hay un conocimiento actual en elaboración de las máscaras tan características de Zitlala (de denominación en náhuatl tekuan tzontecomatl), con sus capas de cuero curtido y bigotes de pelo natural de jabalí, es del lado materno: doña Antonia Palacios Marabel, esposa de don Félix, mamá de Vicente y abuela de David, tenía un abuelo que, a su vez, le enseñó el procedimiento de hechura de las máscaras a Articio Cuchillo, uno de sus hijos y tío de Antonia.
“Me llamaba, me decía sobrino”, recuerda Vicente del trato con Articio, “yo tenía como 17 años”, detalla el entrevistado sobre su edad al momento de elaborar su primera máscara.
Alternando la comunicación entre castellano y náhuatl para hablar más fluidamente con su hijo, Vicente recuerda que antes de ello pedía prestada alguna máscara para las festividades patronales del municipio,
“¿Qué, quieres tu máscara?, mejor que vengas, te voy a enseñar”, le decía Articio al adolescente.
La máscara tradicional de Zitlala no está hecha de madera –como en otras zonas de la entidad- sino se moldea con base de cuero de la res, que si antes se zurcía completamente a labor de aguja y cuerda, ahora David perfora con taladro para facilitar y, sobre todo, agilizar el trabajo de producción, “antes se calentaba una aguja y le iban haciendo los agujeros”
– Todavía me tocó hacerlas así-, recuerda don Vicente, quien aceptó este encuentro en su vivienda y se tomó un tiempo antes de irse a trabajar de cargador al mercado del vecino Chilapa.
“En su primer máscara hizo tiras de cuero”, recuerda David, ya artesano de tiempo completo en la región, “con esas mismas tiras empezó a coser la máscara”, por supuesto previa curtida del cuero, “me enseñó mi papá: ocupamos el timbre, una corteza de la cáscara de un arbolito, que se da en el Cerro de Cruzco; se remoja en una tina, ahí está unos cuatro, cinco, seis días, para que no se descomponga; igual, nos lo enseñaron nuestros antepasados”.
Para hacer la forma de la cabeza “anteriormente se ocupaba el olote, ahorita ya lo modificamos, ocupamos molde de tronco, ahorita ya está la medida chica, grande, mediana, extra grande”.
Para el recubrimiento, que representa el pelaje, se adhiere cuero sin rasurar igualmente natural de la res; como en la zona aún hay jabalíes, cuando se cazan se utilizan sus gruesos pelos para los bigotes de las máscaras. Aclaran padre e hijo que ellos no han cazado jabalí, sino que compran el pelo.

Vicente el mascarero; David, además artesano
Don Vicente, también desde sus 17 años, ha sido peleador tekuanime para las fiestas patronales-tradicionales de cada mayo, “tenía camaradas que dicen ‘vamos a ir el 2 de mayo a pelear de Tigres’”.
Eran tiempos en que las máscaras se elaboraban únicamente por preservación de la tradición y hasta por mera amistad. Recuerda David: “anteriormente no había pago, hacían las máscaras, se juntaba la palomilla y llegando abril, entonces empezabas. El pago era la chela o el mezcal, se amanecían. Era como para contribuir a nuestro barrio, ahorita sí, como que tenemos un salario, ya hay más fuente de ingreso, me pagan las máscaras; las que él hacía no las comercia, no era pagado, (era sólo) para la tradición. Lo venían a ver los camaradas, ‘Vicente, hazme una mascarita’”.
– No la vayas a vender, va a ser para ti. Si es cierto que eres peleador, te la llevas-, entonces decía don Vicente, asumiendo el compromiso de que quien recibiera la creación no iba a comerciar con ella, “nadie sabía, pero como me enseñó mi tío”, así que sólo pedía que le llevaran el cuero y el resto del material, ya don Vicente ponía mano de obra y por supuesto el conocimiento. Ya si alguien le dejaba un mezcalito, una cerveza o un refresco, pues mejor, “antes no cobraba”.
De cuatro a cinco kilos pesa la máscara de tekuanime, “si llevas un trajecito llevas siete, ocho kilos; sales sofocado del ruedo”.
Los 2 y 5 de mayo, en Zitlala, se hace fiesta religiosa-popular donde los tekuanime, enmascarados y ataviados con ajuares que representan la piel de los tigres, se enfrentan impactándose con la llamada cuarta, un grueso conjunto de cuerdas, de ixtle trenzado del maguey, que se usa contra el otro jaguar de la cintura para arriba, hasta el rostro, “ya de ahí, el que resista más. Hay gente que se llega a bajar pero te pueden decir que eres cochino, entonces ya no va con nuestra cultura”.
Impactos con pura cuarta, porque la otra tradición local que sí implica puños es el de Los Xochimilcas, peleadores rituales ataviados con vestido tradicional.
“Siento yo: si vas a hacer algo debes de sentir ese sacrificio; tienes que sentir para que haya buen temporal, tienes que entregar el todo”, interviene David, capitán tekuanime de su barrio y que fue Xochimilca al igual que su padre.
Por su parte don Vicente peleó hasta sus 65 años, “una vez entramos todos”, es decir, los tekuanime de este barrio.
Máscaras de centímetros a casi un metro
– En tu caso, David, ¿Qué fue primero, la creación artesanal o meterte a los golpes rituales de cada mayo?
– Meterme a los golpes, a mis 23-24 años, ya estaban macizón-, aunque vestirse de tekuanime y pasar a pelear “depende de la voluntad de cada persona, hay quienes empiezan desde los 17, mi hijo Giovani empezó a los 18. A veces es importante el físico, que estés macizo, porque del otro barrio te llega a salir gente maciza. Este año estuve de tres a cuatro minutos.
David sabe trenzar las cuerdas pero revela que se ha perdido el conocimiento de elaboración, como antes, con ixtle del maguey. Ahora compra cuerda y hace los amarres para elaborar este aditamento tekuanime.
También David es el único, en este municipio, en saber elaborar las máscaras monumentales de jaguar, “prácticamente es mi diseño, he hecho tres máscaras grandes, de casi un metro, hace tres años. Es mi creación, basada en lo que me enseñó mi papá. Ningún maestro artesano ha hecho este tipo de máscaras grandes, me considero (así) y le puedo responder ante cualquier artesano: yo solo, con mis ideas lo hice”.
No sólo eso, “fui el primero en hacer la máscara chiquita, de 5 centímetros; incluso las botellas mezcaleras, fueron mis primeras, me las hice en pandemia, en el 2019”.
Todo surgido por inventiva, por diversificar lo que se hace en su municipio; igualmente sin moldes, también a base de cuero, de hecho con los mismos materiales que una máscara convencional, “hay gente que me ha felicitado. Le he dado un giro porque siento que un mascarero no debe tener límites. Siento que he aportado: llaveritos, botellas mezcaleras, estamos con máscaras de 15 centímetros, las botellas; máscaras de pelea, de un cuero para exhibición, metemos de todo un poquito”.
Cuando dice “un cuero” se refiere a las capas de la máscara, que llega a ser de tres a cuatro, sobre todo la utilizada para los golpes rituales, reforzada para que el impacto de la cuarta no sea tan directo al rostro, “por eso la gente que es peleadora llega a buscar a los buenos artesanos”.
David empezó a conocer de elaboración de máscara (“pierdo el miedo”, dice) desde el 2005, aprendiendo de su papá Vicente; antes de ello trabajaba de bicitaxista en Chilapa pero se animó a empezar a vender mascaritas en el zócalo de Zitlala, como recuerdo, durante las fiestas de mayo, cuando llega mucha gente de otros municipios. Y de ahí se metió al adornado de las botellas y la creación de la artesanía que ofrece desde su página en Facebook Artesanías de Zitlala “David”.
– Gracias a Dios que me ha dado la sabiduría, gracias también a mi papá que me ayudó-, dice David, con tres máscaras grandes que ha hecho de las que ahora, en su vivienda en Chilapa, sólo tiene dos, que sacó para bailar en la reciente Tigrada chilapeña, “vamos muchas comunidades, viene mucho turismo y ve todos los tigres que existen en nuestro estado”.
David se ha instalado para venta y exposición en su municipio, Chilapa y comunidades alrededor, sólo una vez llegó a Chilpancingo y a Acapulco, pero ha enviado creaciones hasta Houston, en Estados Unidos, incluso una de sus máscaras se sacó en la festividad oaxaqueña de la Guelaguetza.
Hablando de artesanos de Zitlala “todos somos buenos, cada mascarero tiene su propia forma de hacer las máscaras, no podemos igualar a nadie, cada quien, todos, somos especiales”.
Con cuatro hijos, David también les ha enseñado a todos cómo hacer artesanía de la región, siempre también con elaboración, estilo, formas y colores de la tradición de los hombres-jaguar.
“Con mi diablito ando acarreando cosas”, detalla don Vicente sobre su trabajo habitual en el mercado, como también habitual que cada mayo se vaya a acompañar a los tekuanime o tigres de su barrio y, en general, de su municipio, “me gusta para bailar”.
También, para alentar a los jóvenes jaguar, donde si uno corre “me enojo, no aguantan”, porque dar la espalda o alejarse en la pelea con cuarta de los tekuanime es como una humillación, además “si dejas de defenderte el golpe es más contundente”.

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