En medio del cada vez más evidente distanciamiento de la ciudadanía de Chilpancingo hacia su alcalde sustituto Gustavo Alarcón Herrera –quien rápido se olvidó de la memoria del edil electo Alejandro Arcos Catalán, a quien incluso nombró en su toma de protesta en el Congreso local-, ahora que parece que hay un abierto divorcio social hacia este gobierno municipal el futuro, desde el próximo año cada vez más cercano, se advierte de tensión, desconfianza, puede que hasta de mayor rechazo hacia el sustituto y sus colaboradores, que por cierto –fuera de la síndica Jacaranda Argentina Solís, tan dada al reflector y la protagonitis- parece que ni saben todavía que son servidores públicos que deben, sí o sí, trabajar por la capital y sus habitantes. Pero trabajar, no salir a posar donde haya grabaciones o donde se pueda recurrir a los amigo$ de cierta prensa.
Incluso parece claro que el rechazo creciente a este gobierno capitalino es retribuido precisamente con la indiferencia y el nulo empeño en el servicio público que, para empezar, se nota todos los días en el propio Alarcón Herrera, un profesionista de la Medicina que –se insiste- podrá ser muy bueno e incluso reconocido por la ciudadanía, pero que no cesa en dejar muchísimo que desear ahora que desde hace semanas está para tomar las riendas institucionales de Chilpancingo….o al menos para eso juró en el cargo.
Se reitera, porque nada cambia en la vía pública: la incompetencia en el Chilpancingo ‘gobernado’ por Gustavo Alarcón se nota al salir a las banquetas, calles, avenidas, áreas mal llamadas verdes; incluso, se nota yendo a pararse a la actual sede de la Feria, manchada de sangre ante una autoridad municipal pasmada, medrosa, aterrada incluso, por eso no se percibe al alcalde cercano a la gente y por eso mismo se percibe a una ciudadanía igualmente nada identificada ni con su autoridad, ni con la administración y mucho menos con el falso eslogan de “Chilpancingo Renace”, porque lo único que ha renacido –en periodos cortos de cierta tranquilidad tensa- es la violencia que sigue arrebatando vidas y enlutado más casas, de cara a un presidente municipal alejando, insensible, con otras prioridades –quedará para la historia negra del gobierno municipal, hasta como mancha personal, que Gustavo Alarcón no se haya ido a parar al sepelio de los asesinados Martín Roberto Ramírez y José Vidal, presidente y colaborador del Patronato de la Feria, igualmente desbaratado entre el silencio y el pavor.
Con novatos gobernantes de ese nivel, como Gustavo Alarcón -alejados de la gente, escurridizos, temerosos aunque esté rodeado de guaruras y uniformados-, el futuro el próximo año en Chilpancingo se advierte tenso, sin desarrollo para la infraestructura, sin siquiera una mejora más a la Feria; es más, sin la mínima garantía incluso de que el alcalde sustituto llegue a concluir este trienio edilicio, que tiene como base la sangre y el asesinato de un alcalde constitucional. Tan descompuesta ha estado Chilpancingo -sobre todo desde el gobierno municipal pasado de Norma Otilia Hernández Martínez- que ya nada puede asombrar de cualquier cosa mala que pueda ocurrir; la tragedia social y la incompetencia gubernamental municipal se han normalizado tanto que sólo ha aumentado la duda sobre en qué tiempo el aterrado e incompetente alcalde -no elegido en las urnas- va a decidir tirar la toalla, dada su ahora muy demostrada falta de sensibilidad y talento.