“Hasta me daba pena”, recuerda quien, “todo humilde”, en el primer Torneo Nacional Militar de basquetbol, en 1970, se veía arrinconado por periodistas de los diarios Esto, Ovaciones, El Heraldo, llenándolo de preguntas: “¿Dónde aprendió basquetbol?, ¿Quién le enseñó a tirar?”. Y es que “nadie metía como yo”, recuerda el nacido en Iguala, crecido en La Escalera, comunidad de Chichihualco (donde “desde que empecé a caminar ya jugábamos”), llegado para estudiar a Chilpancingo a sus 10-11 años, jugador profesional buscado por la prensa ya con registros, él solo, de 38 puntos en un torneo internacional ante Puerto Rico, cuando no había canastas de 3, sólo 2 puntos; y hasta de 60 puntos, cuando no cabían sus registros y, durante los partidos, tenían que darse las anotaciones a otros compañeros. Y “era el más chaparro”, con 1.79 de altura, “pero ya me la daban adelante y no fallaba… no es que esté presumiendo, pero Dios me dio ese talento”, dice el seleccionado y campeón –estatal, regional y nacional-, primero, con el equipo del 50 Batallón del Ejército con sede en la capital; preseleccionado nacional con el entrenador Lester Lane, integrado a la Liga Mayor -con Electricistas y Marina-, jugador pionero en el Circuito Mexicano de Basquetbol (CIMEBA), con Rojos del Distrito Federal; en giras para juegos en Washington y El Salvador, ascendido a subteniente por logros deportivos. Doce años en el Ejército y en 1980 se integra a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), dos veces jefe del área de Deportes, pionero en la organización del basquetbol, impulsor de cursos de verano y buscador/impulsor de preparatorianos para el inédito programa Talentos Deportivos, donde se obtuvo el máximo logro deportivo en la institución: el campeonato nacional CONADEMS en futbol, en Chihuahua. “Todo me ha dado, ¿Cómo no voy a estar agradecido?”, dice de la UAGro el aún jugador, reconocido con el gimnasio de basquetbol universitario que lleva su nombre en la capital, fundador también del torneo en canchas de la colonia del PRI, “mientras Dios me dé licencia voy a seguir jugando”.
Pablo Israel Vázquez Sosa
Nacido en Iguala, el 14 de agosto de 1949, por un tiempo sus padres Inocente Jiménez y Margarita Silverio vivieron en aquel municipio, hasta que en familia llegaron a la comunidad de La Escalera, municipio de Leonardo Bravo (Chichihualco), “ahí llegué de 3 años, hasta los 10, 11 años, que me vine aquí a la capital a estudiar”.
Estudiante hasta el quinto grado de primaria en aquel poblado de la sierra, el chamaco Saúl llegó a Chilpancingo a estudiar en la primaria Vicente Guerrero; él, viviendo con sus hermanos, Noé y Osiel, “mi madre hizo los sacrificios de mandarnos a estudiar. Mi madre rentó una casita, puso a una, antes se les decía molenderas –con todo respeto, eran las sirvientas-; ella (su mamá) conocía a esa señora (la molendera en la vivienda) y nos cuidaba”.
– Ella fue la heroína para nosotros-, destaca Saúl Jiménez de doña Margarita, quien “trabajaba como hombre, tenía una tiendita, vendía ropa, salía a los pueblitos a vender, yo le acompañaba hasta los 8, 10 años, mis hermanos igual. Tomó las riendas de nosotros, éramos siete hermanos, mi hermano mayor ya estaba trabajando en México, otros ya se habían casado”.
En el básquet “desde que empecé a caminar”
Concluyendo la primaria se inscribe en la secundaria nocturna, “ahí fue donde mejoré mi basquetbol, ya jugaba yo, de 13, 14 años ya jugaba bien”.
– ¿Por qué no el futbol, o el beisbol, tan popular entonces en la ciudad?
– Pienso que Dios me dio un talento natural: practicaba futbol y le pegaba igual con la izquierda y con la derecha. Pero resultó que no me gustó porque me pateaban mucho los pies (sonríe don Saúl).
– ¿Quién le puso el primer balón de basquetbol en las manos?
– Ya jugaba desde los 7, 8 años, desde que empecé a caminar en La Escalera ya jugábamos. Allá llegó un maestro de Ayotzinapa -que antes los de Ayotzinapa eran maestros-, jugaba muy bien el basquetbol, muy talentoso, Enrique Calixto, recuerdo su nombre; eran pelotas de hule, las comprábamos ahí con gran sacrificio.
“Ya nunca lo dejé”, recuerda el entrevistado sobre este deporte, que a la fecha continúa practicando. Entonces se iba al “Ocho”, ese centro deportivo de la capital ya inexistente, a jugar futbol, “luego me pasaba a (la cancha) de básquet, aquí donde están las canchas techadas, estaban al aire libre, dos canchas; estaba el barandal ahí, nos veía la gente”, dice sobre este punto donde transcurre la plática, en las canchas deportivas de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) en la esquina de la avenida Juárez y la calle Moisés Guevara, donde hace días se inauguró el gimnasio de basquetbol Saúl Jiménez Silverio por parte de autoridades de la Rectoría y del gobierno del estado, “pasamos toda nuestra infancia, juventud, en las canchas al aire libre; en el Seguro Social también ya jugaba, no salía de aquí, de las canchas de la Universidad, desde los 12, 13 años.
Aunque, lo especifica, “mi carrera deportiva la inicié cuando entré al 50 Batallón, como soldado; estaba en la secundaria y como vieron que jugaba bien, ya tenía 16, 17 años, me jalaron para jugar en el Batallón porque les gustaba cómo jugaba”, entonces de un metro 75 centímetros de altura, aunque recuerda que después subió a 1.79.
Algo divertido don Saúl recuerda que en esa sede militar, en Chilpancingo, le prometieron que a la par de jugar basquetbol se le iba a permitir continuar estudiando la secundaria, pero entonces llegó un soldado de rango de general que no le gustaba pero nada el deporte, así que el adolescente Saúl fue enviado hasta de partida a otros municipios, “sufrí mucho, les digo a mis hijos, ‘¡si les cuento mi vida, lloran!’, pero nunca dejé de jugar, si había una canchita ahí iba, eso fue lo importante”.
Estando en el municipio de Xalpatláhuac, en La Montaña del estado, supo que se abrió una primera convocatoria para organizar y potenciar el basquetbol en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); entonces se preparaba un primer torneo nacional, pero para llegar había que pasar por la eliminación de equipos castrenses a nivel estatal, por batallones de zona militar, “salimos invictos, campeones en nuestra zona”.
Quien ganara se integraría a la etapa Regional interestatal, en Cuernavaca, Morelos, “salimos otra vez invictos; estaba bonito mi equipo, de la Sierra tenía 5 compañeros”, entonces Saúl Jiménez en la posición de Ala, alero, como se dice en este deporte, “delantero, pues”.
Para dejarlo mejor en claro, recuerda este deportista: “de diez (tiros), les metía nueve, o los diez… no es que esté presumiendo, pero Dios me dio ese talento”.
Fundador en CIMEBA, jugador en el extranjero
Se integra Saúl Jiménez al primer Torneo Nacional Militar de basquetbol en 1970, en el gimnasio olímpico Juan de la Barrera de la Ciudad de México, representando al 50 Batallón del estado de Guerrero, “puros soldados de línea, de arma”.
Saúl Jiménez fue el máximo anotador de la competencia, cuando además estaba el proyecto de conformarse la selección nacional del Ejército, para ello el entrenador norteamericano Lester Lane estaba escogiendo a los mejores para una pre-selección, “luego luego me agarraron, no hubo otro que encestara como yo, entrenábamos en el Comité Olímpico. Ahí empezó mi trayectoria en el basquetbol”.
– Empecé a jugar en la Liga Mayor en México, jugaban electricistas, Marina, Comunicaciones, ¡ya era calidad!, yo jugué con Electricistas (de la Comisión Federal de Electricidad) y Marina nacional; en el ’72 inicia el primer torneo nacional de basquetbol, se llamaba CIMEBA, Circuito Mexicano de Basquetbol, jugué con Rojos del Distrito Federal-, detalla Saúl Jiménez, ya radicado en la capital del país aunque llegaba recurrentemente a la capital, “aquí tenía a la familia, después me la llevé”.
– Era ya mi vida: jugar. Ganaba (sueldo) en el Ejército y en el CIMEBA, como profesional; de primer nivel, alto rendimiento-, detalla el deportista, dos años en ese torneo porque después se integró a giras internacionales.
En 1974 llegó al Campeonato Mundial Militar en Washington, Estados Unidos; cuenta que contra Bélgica metió ocho encestes seguidos sin fallar, cuando no había encestes de 3 puntos, siempre eran de 2, “luego se me pegan personal porque vieron que no eran chiripadas (sonríe), ya les había hecho feo”.
Y eso que “era el más chaparro de mi equipo”, con su 1.79 de altura, “pero ya me la daban adelante y no fallaba, o la pasaba, tenía la visión de llevar juego”.
Después, otro torneo internacional en El Salvador, logrando él solo 38 puntos ante el seleccionado de Puerto Rico.
– ¿Habrá sido su máximo record de puntos en un partido?
– ¡No!, en el Nacional Militar, sin jactarme, a un equipo le metí 60 puntos, ¡Ya ni había dónde anotar!, le tuvieron que anotar a otro de mis compañeros. Hasta me daba pena: todo humilde, toda la prensa, Esto, Ovaciones, El Heraldo, todos, arrinconándome, “¿Dónde aprendió basquetbol?, ¿Quién le enseñó a tirar?”, ¡nadie metía como yo!
Entonces cabo en la Sedena, por orden presidencial, en base a logros deportivos, don Saúl obtiene el grado de subteniente. En total, el entrevistado estuvo 12 años en el Ejército mexicano.
Era 1979 y como tenía un hermano, Noé, trabajado en la entonces UAG, hoy UAGro, es invitado a integrarse a la planta laboral en 1980, en el rectorado de Rosalío Wences Reza.
Legado en la UAGro, “mi segunda casa”
– Integrado al área deportiva, ¿Cómo encontró el deporte universitario en Guerrero?
– Empezamos de ceros, había basquetbol pero no estaba organizado. En las preparatorias estuvo el trabajo.
En tiempos en que ni se botaba el balón con las dos manos y ni había canchas de la disciplina en planteles, Saúl empezó yendo a las prepas 1, 9 y 33, las de Chilpancingo, además a lanzar convocatorias, para conjuntar un seleccionado universitario, que dos años después participó en un primer torneo estatal categoría libre en Zihuatanejo, logrando tercer lugar, “a los 3, 4 años, ya era potencia la Universidad, puros campeonatos estatales, en varonil y femenil”.
Por cierto, él como coach apoyándose en Pedro Altamirano, “mi mano derecha, también le tocó sufrir conmigo; cuando nos invitaban a jugar dormíamos en el piso, después gustaba cómo jugaba el equipo y nos venían a traer aquí, porque no teníamos para el pasaje, y nos venían a dejar”.
Jefe del área de Deportes de la institución en dos ocasiones en los rectorados de Florentino Cruz y Nelson Valle, es con éste que echa a andar el inédito programa Talentos Deportivos, con direcciones regionales para conformar selecciones, primero en futbol y basquetbol, después en otras disciplinas como artes marciales, igualmente en hombres y mujeres, “no se les va olvidar nunca a los que conocieron ese proyecto”.
Bajo la dirección de Saúl Jiménez en el área se obtuvo el máximo logro deportivo en la UAGro. Fue en el futbol, en un campeonato nacional del Consejo Nacional para el Desarrollo del Deporte en Educación Media Superior (CONADEMS), realizado en Chihuahua; después de ganar la eliminatoria estatal, bajo dirección técnica de Jesús Almazán –con jóvenes que además de becados se les pedía concluir una carrera, “ni un cachirul”, lo especifica-, quedándose en Guerrero le comunicaron que los chavos habían ganado el campeonato, “nunca en la historia de la Universidad habíamos logrado un primer lugar nacional; el máximo logro en la Universidad”, dice el también impulsor de los Cursos de Verano, llevados a cabo en periodos vacacionales.
Visión deportiva, sobre todo amor a la Universidad, pide Saúl Jiménez Silverio para que se vayan logrando más logros, en general, en la institución, “aquí terminaron mis hijos en las preparatorias, cinco, sólo una terminó en el CBTis”.
– Todo me ha dado, ¿Cómo no voy a estar agradecido?-, dice de la UAGro este deportista, con 36 años vinculado a la institución que llama “mi segunda casa”, también reconocido como entrenador por parte de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), “sigo jugando en la colonia del PRI, sábado y domingo, en el torneo ahí que fundé también, tiene 39 años ese torneo; esa es mi vida, mientras Dios me dé licencia voy a seguir jugando”.