Sólo dos ejemplos, muy cercanos y muy concurridos, situados en el primer cuadro de la capital, definen tal cual el estado de abandono y omisión –tanto del ayuntamiento como de representantes de barrios y colonias- en que, como nunca antes, se han mantenido el zócalo, los parques y jardines en prácticamente todo el territorio municipal.
Primero, la falta de la placa conmemorativa al monumento a los tlacololeros de la plazoleta del barrio de San Mateo: a pesar de que desde hace días se desató, en redes sociales sobre todo, el enésimo reclamo colectivo por la omisión tanto del gobierno local como de representantes del denominado comité de desarrollo del lugar, a este fin de semana, otro más, ni un viso de trabajo, menos una aclaración o siquiera un compromiso de reposición. Nada, silencio, como ha sido la tónica en lo que va de estos meses con el alcalde sustituto Gustavo Alarcón Herrera.
Segundo, exactamente la misma postura se mantiene con la extrañeza, burlas, hasta tibios reclamos, que generó esa inédita y vergonzante iniciativa de pintar de verde, blanco y rojo parte de troncos de tal vez cientos de árboles tanto del zócalo y gran parte del centro, hasta el término de la avenida Insurgentes, es decir pasando el mercado central; para empezar, ni un aviso y menos una consulta sobre la acción que nunca se consultó previamente, mucho menos se aclaró cuando aumentaban las muestras de molestia y risa ante lo que se vio como una ocurrencia en el marco del pasado 15 de septiembre. A la fecha, como se sabe, no se ha dado ni un informe sobre a quién o quiénes se les ocurrió ese evidente maltrato, menos se sabe cuándo se quitarán esos feos rayones que se mantienen a la fecha, en este inicio del fin de año.
Espacios públicos cada vez más invadidos por ambulantaje, sin servicios como barrido o alumbrado, donde prevalecen desde fauna nociva hasta excremento del creciente número de perros de la calle, han ido en aumento desde recientes fechas pero ahora, con el sustituto Gustavo Alarcón haciéndose bolas mientras se le escapa la gobernabilidad de las manos, lo previsible es que el estado de esos lugares de uso común vaya empeorando porque no hay trabajo de brigadas municipales, que nada más operan a fondo, como debe de ser, para ciertas conmemoraciones institucionales –se les vio muy activos, como nunca en todo el año, únicamente a mediados de septiembre por el acto oficial de los Sentimientos de la Nación en la Catedral-, o simplemente para que sean fotografiados en algún punto, para dar la impresión –por supuesto sólo para las redes sociales- de que están en las calles, avenidas, parques, jardines y plazoletas trabajando, chaponando, limpiando, barriendo, podando. Nada más alejado de la realidad y ahí están esos sólo dos ejemplos del estado en que siguen los árboles del zócalo y ese monumento en la plazoleta del barrio tradicional, hay que señalarlo también, en medio de la sumisión, el extraño silencio y la incluso inédita conformidad de muchos sectores de la población, para empezar las y los vecinos, pero también de integrantes de asociaciones de cuidado animal, del entorno ecológico; de gestores, líderes sociales y políticos, e integrantes de cámaras empresariales y productivas. Ante el silencio comodino -¿Incluso cómplice?- de la población sólo se premia a servidores públicos como los que hoy padecen tanto áreas públicas como las y los habitantes de esta ciudad. Y todavía les faltan años para irse.