PAOLA MISHEL GAMA TORRES, la marcha de la campeona escaramuza

En un Regional en 2022, ya en Toluca, Paola Mishel estaba con fuerte dolor y lesión en la espalda baja (le había caído parte del peso de caballo) y su coequipera Carolina, rato después, se lesionó el tobillo. “No nos podíamos rajar”: iban a hacer cala de caballo o punta (importante en escaramuza), así que hicieron la Oración del Charro, salieron a lienzo y esa vez, con Regionales de Guerrero, trajeron primer lugar a este estado. “Se vuelve una pasión”, dice la nacida en Chilpancingo quien, de 14 años, en un desfile del 16 de septiembre, dijo a su mamá: “el siguiente año voy a estar aquí”. Aprendiendo de inicio con Francisco Astudillo y adentrándose a escaramuza charra con Juan Carlos Astudillo y su hija Paola, supo que “no es cualquier cosa ponerte un vestido, subirte a un caballo”. Aquí, dice que además de ser terapia, hay códigos: “no hay escote, nada moderno; falda a la mitad de la pantorrilla, mínimo; tenemos que preservar la imagen de la mujer mexicana. No podemos andar sin sombrero porque, por así decirlo, es andar incompletos. Vestirse de charro, de escaramuza, es vestirse de México, traemos esa responsabilidad de traer y portar el traje de manera correcta”, asegura la integrante de la Asociación de Charros Regionales de Guerrero, del equipo de escaramuza Las Malqueridas, ella capitana, participante en ocho torneos Estatales, un Regional (aquel en Toluca) y se prepara para su tercer Nacional en San Luis Potosí en octubre, al ser parte del vigente equipo campeón estatal. Maestra en Juveniles y Dientes de Leche, con alumnitas de hasta 3 años, la también profesionista arquitecta dice que todavía llora en el lienzo cuando escucha “La Marcha de Zacatecas”, al inicio de cada despliegue en el también conocido como ballet a caballo, “estoy en mi lienzo, donde la paso diario, podrías decir ‘lo haces siempre, no manches’, pero el sentimiento sigue; no hay cómo describirlo”.     

Pablo Israel Vázquez Sosa

De familiares con origen en la Ciudad de México, la campeona y maestra de escaramuza charra nació, el 8 de agosto de 1996, en Chilpancingo, “mi hermana y yo fuimos las que empezamos a echar raíces aquí”.

La entrevistada detalla que a sus 15 años se adentró a este deporte, conocido también como la parte femenina de la charrería, “siempre me han gustado los caballos, desde siempre. He tenido la oportunidad, desde muy pequeña, de estar cerca de ellos pero hasta los 15 tuve la oportunidad de entrar a este ambiente. Mi familia se dedica a la charrería”, aunque aclara que no en esta capital, “siempre estuve cerca, no era parte pero sí estuve muy cerca desde muy pequeña”.

Dice que por eso hubo apoyo de sus papás cuando quiso aprender la monta a caballo y no específicamente a ser escaramuza, “recuerdo que un desfile del 16 de septiembre estábamos con mis papás y le dije a mi mamá ‘el siguiente año voy a estar aquí’, cuando vi el contingente charro. Tendría como unos 14”, cuando entonces –aclara- sólo paseaba sobre caballo pero no conocía el arte de todo lo que conlleva charrería.

Niña de a caballo y joven competidora

Paola Mishel dice que quien le enseñó a montar fue don Francisco Astudillo, él entonces integrante de una asociación de charros en la capital, “con él fue mi primer acercamiento a la charrería como tal; me enseñó absolutamente todo, de lo más básico, acercarte a un caballo, cómo ensillar, cómo subirte, cómo agarrar la rienda, el manejo completo del caballo”.

Aumentaría conocimiento con el también charro Juan Carlos Astudillo, pero ya más enfocada en cultura de escaramuza, siempre con mediación y seguimiento de sus papás.

– Imponen mucho-, recuerda a los caballos en esos años, ella de 15, cuando estaba de aprendiz no en el lienzo charro (donde transcurre esta plática), sino en la plaza “Belizario Arteaga” de la sede de la Feria.

– Por entonces, ¿Cuál era la situación de la escaramuza charra?

– Guerrero ha tenido escaramuzas desde hace más de veinte años, muy buenos equipos. Cuando andaba aprendiendo a montar existía Flor del Río, Flores Surianas y Bravías de Chilpancingo.

Por su parte, aunque “me enamoré en el momento”, reitera, “mi intención era subirme a un caballo; después, cuando me empiezo a dar cuenta de todo esto, cómo es, me agrada y empiezo a ver más de cerca la escaramuza; siempre me gustó pero nunca dije como tal ‘quiero andar ahí adentro’”.

Haciendo amistad con una hija del señor Juan Carlos, de nombre Paola, quien ya era escaramuza charra, “empiezo a vivir con ella, más de cerca, lo que es y entender un poquito más. Cuando no sabía nada decía ‘qué bonitos vestidos’, ‘subirte al caballo y la foto’…cuando empiezas a vivir más de cerca me doy cuenta que no es cualquier cosa ponerte un vestido, no es cualquier cosa subirte a un caballo”.

De hecho sólo el sombrero tiene especial importancia, “no podemos andar sin sombrero porque, por así decirlo, es andar incompletos. Traigo un sombre que entre los dichos charros dicen que es la corona de la escaramuza, pero deportivamente hablando es como si trajéramos un casco; si uno cae te cubre cualquier golpe en la cabeza, todos los adornos es aparte”.

El barbiquejo, esa cinta o banda bajo la barbilla, debe utilizarse a fuerza durante la monta; cuando se está abajo no debe utilizarse.

El vestido se compone de crinolina y calzonera o pantaloncillo largo, recubiertas ambas por la tela el vestido del color variado; debe llevarse rebozo a la cintura al momento de la monta, y al hombro bajo el caballo; las botas utilizadas son de tipo Jalisco, “todo lleva código. Cosa importante: no hay escote, nada moderno, jugamos con colores de vestidos y tienen que ser serios, nada neón, nada brilloso, la falda a la mitad de la pantorrilla, de mínimo; tenemos que preservar la imagen de la mujer mexicana”.  

Escaramuza charra –que se celebra cada 22 de marzo- es tenerle respeto a todo lo que conlleva la actividad, recuerda que le decía su amiga Paola, entonces de Bravías, “que tenemos que tener mucho compromiso, esto era una disciplina como tal; que no era cualquier cosa: es un código de etiqueta, un código de principios; vestirse de charro, de escaramuza, es vestirse de México, por tanto traemos esa responsabilidad de traer y portar el traje de manera correcta”.

De hecho se quedó con un comentario que le hizo su amiga: “esto no es el futbol, en futbol te cansas y guardas el balón; si tú en la escaramuza te cansas no guardas el caballo, porque el caballo es un animal que depende 100 por ciento de ti, y como todos, sienten, se entristecen, se alegran, entonces no es un objeto”.

Así que el caballo “es nuestro amigo, nuestro confidente”.

– ¿A qué edad empezaste a competir?

– Tendría 18 años, mi primer (torneo) Estatal, en este lienzo charro, con El Seven (su caballo). Mi equipo fue Marqués de Guerrero, de la asociación Marqués de Acapulco, aunque nuestra sede era aquí, con niñas que entonces veníamos empezando-, reconociendo que había nervios y bastantes. Llegaría, en el 2016, su primer campeonato estatal, con Marqués, equipo en el que estuvo cinco años.

Las competiciones, los equipos y los códigos

“La escaramuza charra es básicamente un ballet a caballo, lo único individual son las puntas, la cala de caballo, al inicio de cada charreada, pero es parte del equipo también”, detalla la joven.

Reglamentariamente el equipo de escaramuza se compone de ocho jinetes, “dos están obligadas a hacer la cala de caballo, la punta”, un despliegue que de hecho realizó en su debut, “una responsabilidad muy grande, porque mi caballo es de cala, significa que es apto para esta suerte”.

En escaramuza son doce ejercicios sobre el lienzo, en conjunto, como el Abanico, Giros, Cruces, Compuesto, Combinado, encabezadas por una capitana.     

Por invitación de la señora, ahora su madrina, Carolina Evaristo, Mishel se integra a Regionales de Guerrero, organización de charros y escaramuzas con actividades a lo largo del año, “lo más lejos que nos tocó charrear fue a Aguascalientes, en 2021, ese año quedamos campeonas estatales y fuimos a representar al estado al Congreso Nacional, mi primer nacional”.

Dice que en Guerrero hay potencial en esta actividad aunque “no somos lo suficientemente valorados; escuchas siempre ‘el equipo Avispones’, por ejemplo, de voleibol, nunca escuchas charrería y hay muy buenos equipos varoniles y femeniles”.      

Incluso la propia ciudadanía no adentrada –asegura la entrevistada- llega con la creencia de que un lienzo charro “es una cantina”, aunque eso sí: “aquí llegan y se enamoran”.

Reconoce además que este es un deporte muy caro, “desde mantener un caballo hasta comprarte el ajuar es carísimo. A mis 17, 18, cuando salí de preparatoria, mi regalo de graduación mi papá me regala mi caballo, El Mezcal”, que por cierto, como no lo vieron con aptitudes para competencia fue cambiado por Seven, su amigo y confidente a la fecha que le dice también El Flaco, con quien ya hay conexión, “es muy rebelde, muy enojón, sin embargo cuando está conmigo se chiquea completamente. Es mi niño”.

– Actualmente seguimos siendo parte de Regionales de Guerrero, solamente que es otro equipo: del (año) 20 al 23 competí con Escaramuza Charra Regionales de Guerrero, este 2024 somos parte de la Asociación de Charros Regionales de Guerrero pero el nombre de la escaramuza es Malqueridas, actualmente soy la capitana-, dice Paola Mishel, quien ha competido en ocho Estatales desde el año 2016, en un Regional en Toluca, en el 2022, y se prepara para irse a San Luis Potosí, al campeonato Nacional en octubre, al ser parte del vigente equipo campeón estatal, que sería su tercera experiencia a ese nivel –fue en 2021, 2023 y este próximo-, entre otros torneos fuera del estado.

– ¿Y El Seven es el que te acompaña?

– Es mi compañero fiel, es una extensión de mí, ha sido el maestro de todas mis alumnas.

Se le pregunta si se llegó a dar un golpazo, dice que sí de inmediato y se le pregunta, de nuevo: “¿Y por qué no te rajaste?”

– Porque se vuelve una pasión.

De hecho no fue un golpe sino una lesión delicada lo más doloroso que ha padecido: fue en 2022, en Toluca, cuando se le fisuró el coxis porque cayó y además parte del peso del caballo la aplastó, “no hubo manera de inhabilitarme, me caí un jueves y competía el domingo, estábamos en donde íbamos a competir, ya no podía decir ‘no puedo’”.

Minutos después de su caída también se cayó su compañera-madrina Caro, que se lesionó el tobillo y con todo e hinchazón, y Mishel adolorida de la espalda baja, “¡Dolores impresionantes”!, salieron a competir, “no nos podíamos rajar, llevaba la responsabilidad de la punta, no dormía por la presión de ‘no les puedo fallar’”. Pero valió la pena: juntas para hacer la Oración del Charro, “quedamos en primer lugar, fuimos las mejores puntas de la competencia”.

La marcha de Paola Mishel la escaramuza

– Tengo casi cinco años que me dedico a enseñar-, dice la joven, a quien de inicio llegaban papás a pedirle que le diera una vuelta en caballo a sus hijos, “fue un reto para mí, de profesión soy arquitecta y paciencia con los niños como tal no hay (sonríe)….o no había, lo aprendí en el camino, hoy es una de las cosas que más me gusta hacer, compartir lo poquito o lo mucho que pueda saber, compartirlo con los niños, con adultos; he tenido alumnos desde 3 años, mi alumna más chiquita, hasta el más grande, 65 años”.

Primero como prueba, “vemos si puedo”, pensó entonces, así que desde el 2019 ha mantenido la enseñanza del deporte, “he aprendido que todos tenemos maneras muy diferentes de aprender; les digo a los papá ‘no vengo a exigirles y menos a gritarles’, siempre con paciencia. Siempre les digo ‘quiero que vengan con gusto a verme’”.

Paola Mishel enseña escaramuza charra de 4 a 6 de la tarde, de lunes a viertes, en este lienzo capitalino, “aquí les doy el inicio y después existe una escuela de charrería para niños hombres; con niñas, desde el 2021, empezamos un equipo alterno al que tenía en ese momento con la señora Carla Encinas –también parte clave en este camino-, con alumnas completamente de cero, las metimos a competir en 2022, se llamaban Regionales de Guerrero B, en 2023 se vuelven RG Mil Amores, actualmente están como Mil Amores, compitieron en categoría Juvenil y Libre, este año, además de nuestro equipo juvenil, armamos el equipo Dientes de Leche, chiquitas, literal bebés, 4, 5 años, la más grande tiene 10, las llevamos a competir este año al Nacionalito en Aguascalientes”.

Aunque se dice no merecedora de que le digan maestra, Paola está agradecida con todas las personas que tuvieron que ver con su desarrollo y ahora su lado como maestra de esta disciplina, “en el camino he aprendido he aprendido de muchas más personas. En este ámbito jamás se deja de aprender y lo que hago es compartir un poquito con las niñas, los niños, que tienen esa emoción, esa ilusión, porque en algún momento yo fui esa niña. Mientras haya niños y niñas vestidos de charros y escaramuzas la charrería tiene futuro”.

– ¿Qué sientes en soledad, con El Seven, o estando nada más en el lienzo charro?

– A uno se le olvida completamente cualquier cosa que pase del portón hacia allá afuera, aquí adentro es terapia.

Eso sí: siempre, cuando escucha La Marcha de Zacatecas, melodía que acompaña al desfile inicial en torneos, aun teniendo nervios (“jamás se pasan”), dice que llora de emoción, “hasta la fecha, y estoy en mi lienzo, donde la paso diario, podrías decir ‘lo haces siempre, no manches’, pero el sentimiento sigue….ir a competir a otro lado, representando al estado, y escuchar La Marcha de Zacatecas, es un sentimiento, híjole, no hay cómo describirlo”.

 

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