La escena fue ostentosa, grotesca, ofensiva para el ciudadano promedio que no cuenta con garantías plenas en seguridad, por supuesto menos en percepción: alrededor de las 11 de la mañana se vio lo que llegó a parecer un desfile de elementos federales de la Guardia Nacional, que coparon la avenida Ignacio Ramírez en camionetas, con efectivos armados y pertrechados caminando lento y alertas en banqueta y la vialidad, mientras el alcalde Gustavo Alarcón Herrera era ingresado, dentro de ostentosa camioneta –caminando, ni hablar- al palacio municipal.
Fuera del aparatoso y chocante dispositivo y más allá del punto de resguardo únicamente para una persona –por supuesto no para funcionarios y menos para la ciudadanía contribuyente y gestora al interior del ayuntamiento-, Chilpancingo continúa padeciendo una realidad muy contraria a la percepción cortita que, muy seguramente tendrá, un gobernante como el siempre sustituto alcalde Alarcón Herrera a quien –en fotos y textos que de inmediato se notan dirigidos del área de Comunicación Social a ciertos ‘amigos de prensa’ en redes sociales- se le quiere mostrar como un humano profesionista de la Medicina que hasta, tan bueno él, deja sus ocupaciones en el ayuntamiento para acercarse a alguna persona que presentó una molestia de salud; suerte para la persona que estaba por ahí cerca, casualmente también puesto para la foto, el más importante objetivo para la ‘subida’ en las redes, que para nada esa esa persona que requería la atención médica.
Pero la cosa va mucho más allá de la pose para las redes y las compartidas de los amigo$: el médico –que para eso estudió, para aplicar sus conocimientos en los casos requeridos- todavía se encuentra astronómicamente lejos por verse, siquiera algo, cercano a la gente; mientras en la deficiente área de Comunicación Social municipal actual se siguen haciendo bolas por ‘armarle’ una campaña que lo pinte más humano, más como pueblo, la verdad es que es una tarea, si no imposible, sí muy complicada, porque las y los chilpancingueños no quieren a un alcalde-médico listo para la foto y un texto –como siempre- deficientemente redactado para las redes y los amigo$; menos quieren por supuesto a un “ciudadano de primera”, él sí con ostentosa seguridad personalizada, en unas calles que, en las noches, se mantienen obscuras y desoladas, y en el día no hay nada de garantías de que el coche o la motoneta no sean robados, como está ocurriendo más recientemente, en el contexto persistente, ya conocido, de cierre de establecimientos, estancamiento económico, nulo desarrollo y una percepción de violencia que se mantiene alta.
Un temeroso alcalde que parece que se acompaña de un desfile de sujetos armados –en este caso de guardias nacionales, además de guaruras al parecer vinculados a las policías-, sólo rodeándolo a él, nunca va a generar confianza y menos buena percepción ciudadana, y si todavía habla por él su gestión en la administración pública, no habrá poder humano, ni campañitas hipócritas, ni ‘cerebros de la comunicación social’, que vayan a servir, menos en las condiciones en que continúa este Chilpancingo donde no pasa nada, no se va ni para atrás y menos para adelante; un limbo institucional que nadie señala y en el que parece que Gustavo Alarcón se mantiene cómodo, en la mediocridad y la pachorra.