El danzón, patrimonio inmaterial de la CDMX

Reunió a miles en este ritual de sensualidad

Ciudad de México. Noviembre 17 2025. (SIM).- Los cimientos del Zócalo capitalino vibraron ayer con el gran baile de danzón, realizado para celebrar la inclusión de este género como Patrimonio Inmaterial de la Ciudad de México.

Sus movimientos y musicalidad dejaron marca en la historia de la cultura mexicana, convirtiéndose en una de las más populares del siglo XX, con ritmos que dieron fama a los salones Los Ángeles, el México y Colonia.

Ahora, la orquesta cubana Failde y los grupos Acerina y su Danzonera, así como la Danzonera La Playa de Gonzalo Varela, musicalizaron el bailongo que reunió a miles en este ritual de sensualidad en la Plaza de la Constitución.

No faltaron los pachucos con sus coloridos trajes y sombreros emplumados, los Robin Hood del danzón, melodía que se resiste a caer en el olvido y que toma por asalto, a pasos y pasitos, las plazas, centros de baile y parques de esta capital.

A las 15 horas la jefa de Gobierno capitalino, Clara Brugada Molina, otorgó el ansiado nombramiento y sobre el templete aparecieron dos figuras icónicas: María Rojo, actriz que en el cine mostró las formas y fondos del danzón, y la cantante cubana Omara Portuondo, ambas muy aplaudidas por el público.

Enseguida, bailarines de varias escuelas, la mayoría adultos mayores, colorearon con sus vestimentas el Zócalo. Y la oscuridad que ayer llenó de violencia la plaza se disolvió para tornarse un manto de paz, amor, calor, ritmo y luz.

Ni el sol abrasador ni el calor inclemente detuvieron la fiesta. Los floreos, laterales y columpios llenaron cada cuadro de la plancha para volverse universos llenos de sensualidad.

La orquesta Failde musicalizó el inicio del vuelo de miles de vestidos largos, giraban los sombreros y las suelas de zapatos se desgastaron bajo los ritmos cubanos.

Con las manos en las caderas y las miradas fijas en los ojos, las parejas volvieron a enamorarse con gozo.

El danzón fue muy popular en el siglo XX. Nació en Matanzas, Cuba, en 1879, cuando Miguel Failde creó la primera pieza de ese estilo: Las Alturas de Simpson, basada en música francesa que llegó a Cuba.

Sus ritmos arribaron después a Veracruz y de allí a la Ciudad de México, donde se volvieron símbolo y testigo de una sociedad.

 

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