Reportes ciudadanos en redes sociales, aún más inquietantes, se han estado divulgando en recientes días y horas: alertas de mujeres aparentemente acosadas por conductores, que las intentan forzar para meterse a coches –como un caso sonado que involucra un auto Tsuru-, en plena vía pública; las denuncias de presuntos intentos de allanamiento de negocios, hasta en el primer cuadro de la ciudad. Y de la “normal” violencia, ni hablar: asesinados encontrados donde sea, mujeres golpeadas y dejadas en la calle, reportes imparables de más desapariciones forzadas, sobre todo de jóvenes del sexo femenino; en pocas palabras, una percepción ciudadana -otra más- de inseguridad pública, como de hecho ha sido una constante sobre todo en este periodo de gobierno municipal.
En el marco de la reciente instalación, más constante, de retenes de revisión por parte de efectivos del Ejército y la Guardia Nacional –algo, comentan vecinos, más recurrente en varios puntos de vía pública sobre todo al sur de Chilpancingo-, las áreas estatales y federales de seguridad deben volver a replantearse, una vez más, las acciones de reforzamiento de la seguridad pública tanto en la capital como en los municipios aledaños, independientemente del reforzamiento –si es que se ha echado a andar oficialmente- de la seguridad en este actual marco de las vacaciones de verano en el país y en el estado.
Y es que por enésima vez, a lo largo de la administración municipal saliente, encabezada por la alcaldesa Norma Otilia Hernández –detenida a tiempo en su partido para evitar que pensara en la reelección al cargo-, las y los capitalinos se están percatando de otra escalada de actos delincuenciales, habituales de por sí pero ahora el ambiente se percibe más pesado, más inquietante, precisamente por los casos denunciados líneas arriba, que tienen que ver –a su vez- con hechos en las calles y en negocios que se han reportado, si bien no de manera formal-institucional, pero que dan cuenta de una mayor regularidad en actos también de delincuencia común que se suman a una percepción social de inseguridad porque se atañe a hechos, ahora también muy seguido desde hace semanas, de violencia extrema, que se han venido registrando sin que –al menos no que se sepa públicamente- se detenga a presuntos generadores de la violencia reciente en Chilpancingo, lo que amplía y agrava el temor ciudadano.
Como está claramente demostrado que el nivel municipal de gobierno no es lo suficientemente confiable a la hora de diseñar estrategias de inteligencia y reforzamiento de las acciones de seguridad, que de nuevo urgen en la capital, se hace de nuevo muy necesario que se hagan ajustes a las estrategias de coordinación en la que participan las autoridades civiles y militares de la Mesa de Coordinación para la Construcción de Paz, con sesiones diarias donde, ni duda cabe, encabezadas por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda ya tendrán clara la actualidad de la incidencia criminal-delincuencial en Chilpancingo, como en otros municipios, aunque en el tema que ocupa ahora, la situación actual de la capital obliga a evidenciar cómo se percibe el temor social para que, a su vez, estado y Federación –ante un municipio rebasado, inutilizado incluso- sigan en este constante trabajo de ir planeando y ajustando, con ello demostrando que de verdad se ocupan de éste, uno de los rubros más sensibles para las y los gobernados, que sigue dando de qué hablar incluso más allá de territorio estatal.