Ya nada ha quedado de aquel profesionista chilpancingueño incluso estimado por mucha gente, que le reconocía actos de solidaridad y acompañamiento años atrás, cuando el médico Gustavo Alarcón Herrera era visto como un ciudadano trabajador, atento, incluso -en serio- ejemplar, que hasta se daba tiempo de convivir con parte de la prensa local a fines o inicios de cada año.
Bastaron unos cuantos meses, un evidente mareo subido al ladrillito, pero de entrada una tragedia grave e inédita en la historia de Chilpancingo –que dio origen a la presidencia municipal sustituta actual-, para padecer ahora al ‘nuevo Gustavo Alarcón Herrera’, ya enemigo prácticamente de todas y todos, de todo lo bueno que tenga que ver con esta ciudad que, si de por sí lleva años recientes en grave decadencia y colapso, a su llegada al gobierno municipal la situación se ha tornado más dramática como mucho más evidente. El más reciente ejemplo es el inédito destrozo de parte del concreto en la plaza cívica del reconocido como Centro Histórico de la capital, con el pretexto del presunto informe de gobierno de este miércoles, sólo para intento de lucimiento personalista, prepotente y alejado de la realidad del gobernante, que nada ha dicho –ni siquiera alguien se ha pronunciado en el ayuntamiento- sobre esta muestra más de la vorágine de pedantería en que ha caído desde que asumió el ensangrentado encargo.
Un enemigo del centro histórico de la ciudad, pero también del sector comercial-productivo, al que no deja de perseguir y hostigar, por supuesto de sangrar con altísimas sumas por licencias de funcionamiento, por eso la administración del Chilpancingo de Gustavo Alarcón se ha convertido en un creciente obstáculo para el emprendimiento y el empresariado –se reitera: en un marco de inédito silencio de sus amigos solapadores en las cámaras y agrupaciones empresariales y productivas, cómplices por silencio y omisión del declive económico de la ciudad-, también obstáculo para el cumplimiento de mejoras, igualdad, desarrollo, eficiencia administrativa y en prestación de servicios básicos.
Hoy, en la plancha del zócalo que ha destruido como no se había hecho antes, rinde Gustavo Alarcón su listado de ofensas al pueblo, de mentiras y autocomplacencia, cínico sabedor de que se ha vuelto el personaje político local más impopular, más repudiado, en la actualidad; seguramente sabedor también –tal vez lo más grave en este Chilpancingo prácticamente derruido- de que cuenta con el silencio –como de gran parte de sus amigos líderes empresariales- de un Congreso local que no ha pasado de emitir simples exhortos que parecen ser ‘llamados a misa’, cuando lo que urge es que las y los diputados lleven a pleno legislativo el tema Chilpancingo para, incluso, hacer ver que se padece una total falta de autoridad en lo municipal, con un señor que si antes recibió alguna muestra de agradecimiento y reconocimiento, ahora es visto como un abierto enemigo del mejoramiento y avance de la ciudad que ahora gobierna cada vez más alejada y deficientemente, se reitera que en medio del silencio –puede ser que hasta por miedo colectivo, dados los trascendidos sobre los verdaderos aliados no políticos de Gustavo Alarcón- de líderes sociales y políticos, representantes de barrios y colonias cada vez más descuidados, de diputadas y diputados, hasta de servidores públicos del gobierno estatal, que luego acaban por hacer el trabajo que le corresponde al disminuido e incapaz alcalde sustituto.